En el Evangelio según San Mateo, Jesús le dijo a sus discípulos: no juzguen para no ser juzgados, porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará y la medida con que midan se usará para ustedes. Si Landaluce fuera tan ágil en señalar los problemas de Algeciras, los culpables y sus soluciones no nos iría tan mal. Pero para eso es necesario que deje de tomar modelos como su compañero de partido Pablo Casado, quien hace una ridícula oposición al decir que el ritmo de vacunación va mal mientras somos los primeros en porcentaje de vacunas administradas. O cuando critican la actuación del gobierno de Pedro Sánchez ante la crisis afgana mientras los responsables europeos y el presidente estadounidense alaban su gestión.
Que un autobús se averíe, por desgracia, puede pasar, y de hecho ocurre cada día en nuestra ciudad, pero que un percance de esta índole se convierta en cotidiano dejando abandonados a los ciudadanos a su suerte, sin poder acudir en tiempo y forma a sus puestos de trabajo o a citas médicas pone en jaque un servicio esencial en Algeciras, atando de pies y manos las posibilidades de hacer uso de un medio de transporte sostenible y primordial para nuestros vecinos y vecinas, es algo sonrojante, bochornoso, esperpéntico, y al mismo tiempo, incomprensible. En lugar de acelerar las inversiones, el señor Landaluce, se dedica a anunciar a bombo y platillo, inversiones que nunca llegan, y tienen que ser otras Administraciones Públicas, como la Diputación Provincial de Cádiz, la que le otorgue un millón de euros para que puedan adquirirse cuatro autobuses y paliar así el desastre de gestión de Landaluce y sus acólitos. Y si se fastidian los algecireños y algecireñas, pues que se fastidien, pero de actuar con celeridad nada de nada, que en diez años todavía no le ha dado tiempo a mejorar el servicio.
Pero además del servicio de autobuses, el caos en la gestión de Landaluce lo vemos en cada una de las parcelas de su gobierno. Si hablamos de limpieza, no hay una calle o barriada de Algeciras que no esté en un estado deplorable, muestra de ello son los contenedores de basura de última generación que deben ser sostenidos con un palo, una madera o incluso una pata de jamón, la Algeciras del Siglo XXI y esto no es por falta de capacidad presupuestaria, sino tan solo por el desdén con el que Landaluce, parapetado en su atalaya, continúa maltratando sistemáticamente a las barriadas de Algeciras, siempre y cuando la puerta de su casa esté en perfecto estado de revista.
¿Dónde está esa lluvia de millones de euros con la que Landaluce nos ilustraba durante la campaña de las elecciones de 2019 con la que iba a arreglar todas la barriadas y generar empleo, riqueza y prosperidad? Aún recuerdo a sus palmeros cargados de carpetas y mapas, rezando porque acabara la campaña y poder desterrar al cajón de los olvidos tanto documento inútil. Las inversiones siguen sin llegar, las infraestructuras municipales y los servicios esenciales se deterioran, y mientras esto ocurre en Algeciras, Landaluce quizás asustado por la respuesta de la ciudadanía, se dedica a buscar enemigos donde no los hay, y calla y mantiene un silencio cómplice ante sus compañeros que gobiernan la Junta de Andalucía, como el vasallo político dócil que siempre ha sido.
Pero aquí seguiremos, dejándonos no solo la voz, la piel y el alma, sino nuestros mejores años de vida, reclamando lo que en justicia nos corresponde y necesita Algeciras para salir del letargo de la década perdida de desgobierno de Landaluce. Siempre de frente, en primera línea de batalla y sin reírle las gracias a nadie, venga de donde venga. Lástima que otros, cuando han tenido oportunidades las dejaron pasar porque buscaban acomodo en algún ministerio quedando retratados y dejando patente su inutilidad política e intentan ahora expiar sus culpas con muchas cartas y muchos artículos para justificarse ante los suyos. Y parafraseando a un señor de Logroño, nuestro futuro y el de las generaciones venideras ha de estar por encima de los partidismos, de los colores y de las banderas, aunque algunos han preferido anteponer sus intereses serviles al bienestar general. Aplíquese el cuento.